En el día de ayer, después de devanarnos los sesos intentando entender a nuestros profesores en ¿inglés? americano, decidimos tomarnos un respiro, así que fuimos al único lugar entre tanto asfalto, coche y rascacielo en el que se puede uno relajar: Central Park.
Compartimos verde y brisa con cientos de neoyorquinos que se alejaban de la rutina de las prisas y los atascos. Tumbados en la hierba, charlando, escuchando música, haciendo picnic o practicando yoga todos disfrutaban de este enorme parque. Nosotros también, claro está.
Y después de tanta naturaleza infame volvimos a la urbe.
Paseo por el West Side (Story) en busca de una utopía en esta ciudad: un supermercado barato. Nuestra pionera expedición fracasó cual Armada Invencible.
Como guinda al día, una visita exprés a la Grand Central Station.
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