miércoles, 21 de septiembre de 2011

Writing in the rain.

Imaginaos por un segundo andar por una calle. A un lado, edificios de 60 plantas. Al otro, 6 carriles por el que circulan todo tipo de vehículos enormes como les viene en gana. En medio de la acera, puestos de comida y prensa, vendedores que te asaltan con descuentos, andamios y aceras levantadas.

A todo esto sumadle un río de personas de todo tipo andando (con prisa cuando están detrás tuya y con desesperante parsimonia cuando van delante).

¿Lo tenéis?

Eso es pasear por Nueva York.

Aún así, joder, es Nueva York, merece la pena por ver una ciudad tan alucinante. Pero hay un factor, uno no mencionado anteriormente, que solo sale en días como el que ha hecho hoy en la ciudad: los paraguas.

Eso sí que no, amigo. Podemos esquivar turistas, vendedores, obreros, conductores agresivos y vallas publicitarias, pero no paraguas.

Es la razón de que hoy en este blog no se cuenten azañas y desventuras en la gran manzana. Una tarde de ver llover sobre los rascacielos por la ventana, que tampoco está mal.

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